EL CONCEPTO NAHUATL DE LA EDUCACION.
Miguel León Portilla.
Los textos acerca del concepto náhuatl de la educación
Las numerosas fuentes nahuas acerca de la evolución y las varias tendencias y métodos concretos de las formas de educación en el mundo náhuatl son importantes textos en los que se encuentran precisamente algunas reflexiones de los tlamatinime, o sabios nahuas, acerca del modo como concibieron la educación. Recogidas poco tiempo después de la conquista principalmente por Olmos y Sahagún.
De Olmos vamos a aprovechar algunos testimonios de sus huehuetlatolli, o “pláticas de los viejos”. De Sahagún, algunos de los más antiguos textos recogidos de labios de los indios conocedores de sus “antiguallas” en Tepeculco (región de Texcoco), en Tlatelolco y en México. Existe material suficiente en las fuentes para trazar la historia de la educación sobre los nahuas, mostrando la evolución de su pensamiento, así como los varios ideales que fueron plasmándose en las diversas formas concretas de la educación náhuatl.
“Rostro y corazón”: punto de partida del concepto náhuatl de la educación
Los náhuatl llegaron a considerar los sabios nahuas lo que llamamos “persona humana”. Encontramos en los textos algo que se repite especialmente en pláticas o discursos: al referirse el que ha tomado la palabra a aquél con quien está hablando, aparece la siguiente expresión idiomática náhuatl: “vuestro rostro, vuestro corazón”.
De acuerdo con las reglas del que llamaban los nahuas tecpilatolli, o sea, “lenguaje noble o cultivado”. In ixtli, in yóllotl, “la cara, el corazón”, simbolizan siempre lo que hoy llamaríamos fisonomía moral y principio dinámico de un ser humano. Hay un paralelismo entre la cultura náhuatl y la griega. En esta última se concebía también la fisonomía moral e intelectual del hombre, o sea la persona, como un prósopon o rostro. Sólo que entre los nahuas, se yuxtaponía a la idea de “rostro”, la del “corazón”, órgano al que atribuían el dinamismo de la voluntad y la concentración máxima de la vida. Pues bien, la concepción náhuatl de la persona como “rostro y corazón” es punto clave en la aparición de su concepto de la educación.
El siguiente texto, recogido por Sahagún, que describe el supremo ideal del “hombre maduro”, el siguiente texto recogido por Sahugun mostrará mejor en el que describe el supremo ideal del “hombre maduro” comentando el papel fundamental del “rostro y corazón”, dentro del pensamiento náhuatl acerca de la educación:
El hombre maduro; corazón firme como la piedra, corazón resistente como el tronco de un árbol; rostro sabio, dueño de un rostro y un corazón, hábil y comprensivo. Ser “dueño de un rostro y un corazón”: he aquí el rasgo definitivo que caracteriza a un auténtico hombre maduro (omácic oquichtli). De no poseer un “rostro y un corazón”, tendría entonces que ocultar “su corazón amortajado” y cubrir con una máscara su falta de rostro, añade que posee “un rostro sabio” y “un corazón firme como la piedra”. Estos calificativos están presuponiendo, como vamos a ver, que el omácic oquichtli, “el hombre maduro”, ha recibido el influjo de la educación náhuatl.
“Ixtlamachiliztli”: acción de dar sabiduría a los rostros ajenos
Los textos que vamos a transcribir a continuación nos hablan de la finalidad asignada por los nahuas a su forma de educación. El primero describe la figura del sabio náhuatl en su función de maestro, temachtiani.
Es maestro de guías, les da su camino, de él uno depende. Pone un espejo delante de los otros, los hace cuerdos y cuidadosos, hace que en ellos crezca una cara... Gracias a él, la gente humaniza su querer, y recibe una estricta enseñanza. Hace fuertes los corazones, conforta a la gente, ayuda, remedia, a todos atiende. Entre los diversos atributos del temachtiani o maestro náhuatl, podemos distinguir claramente dos clases. Por una parte, aquellos que se refieren a “hacer que los educandos tomen un rostro, lo desarrollen, lo conozcan y lo hagan sabio”. Por otra, los que nos lo muestran “humanizando el querer de la gente" (itech netlacaneco) y “haciendo fuertes los corazones”.
Es el primero, teixcuitiani: “que-a-los-otros-una-cara-hace-tomar”. Está compuesto de los siguientes elementos: el prefijo te- (a los otros); el semantema radical de ix- (tli: rostro); y la forma principal cuitiani (“que hace tomar”). Reunidos estos elementos, teix-cuitiani significa a la letra (el que) “a-los-otros-un-rostro-hace tomar”.
El segundo término es te-ix-tlamachtia-ni: “que-a-los-rostros-de-los-otros da- sabiduría”. Los elementos que lo forman: te (a los otros); ix (tli: rostros o rostros); tlamachtiani (el que hace sabios, o hace saber las cosas). Reunidos, te-ix-tlamachtiani vale tanto como “el-que hace-sabios-los-rostros-de-los-otros”.
Tercer término, tetezcahuiani: “que-a-los-otros-un-espejo-pone-delante”. Compuesto de te (a los otros); tézcatl (espejo), palabra de la que se deriva tezcahuiani: “que espejea”, o pone delante un espejo. La finalidad de esta acción claramente se indica al añadirse en el texto citado que obra así, para que se vuelvan “cuerdos y cuidadosos”.
Cuarto término, netlacaneco (itech): “gracias- a- él-se-humaniza-el-quererde-a-gente”. Se aplica al maestro, diciendo que itech (gracias a él); ne (la gente), tlacaneco (es querida humanamente). Este último término es a una vez compuesto de neco (forma pasiva de nequi: “querer”) y de tláca (tl), “hombre”.
Quinto término: tlapolpachivita: “hace-fuertes-los-corazones”. Reunidos pues los diversos elementos: tla-yol-pachivitia significa precisamente “con relación a las cosas, hace fuertes a los corazones”.
Tal es el significado de estos cinco atributos del maestro náhuatl.
La educación náhuatl se formula lo que constituía la raíz misma de su sentido y finalidad, “dar sabiduría a los rostros ajenos.” Comenzaban a enseñarles: cómo han de vivir, como han de obedecer a las personas, como han de respetarlas, cómo deben de entregarse a lo conveniente, lo recto, y cómo han de evitar lo no-conveniente, lo no recto, huyendo con fuerza de la perversión y la avidez. Todos allí recibían con insistencia: la acción que da sabiduría a los rostros ajenos (la educación), la prudencia y la cordura.
Un breve análisis lingüístico del término ixtlamachiliztli, se trata de un compuesto de los siguientes elementos: ix ( tli: al rostro, o a los Rostros ) y tlamachiliztli, sustantivo del sentido pasivo y de acción aplicativa. Se deriva del Verbo macho voz pasiva de matli: “saber”. En su forma terminada en –l-iztli, toma el sentido unas veces abstracto, y otras de acción que se aplica en alguien. Aquí, al anteponérsele el semantema radical de ix-tli, “rostro”.
Cuando se describe la figura del sumo sacerdote que lleva el título de Quetzalcóatl, se afirma que una de las condiciones para llegar a tan elevada dignidad era precisamente poseer “un rostro sabio y un corazón firme”. Igualmente, significativo, es otro texto en el que al mostrarse el ideal del amantécatl, o artista de los trabajos de plumería, se dice ya en las primeras frases:
El amantécatl, artista de las plumas: nada le falta: es dueño de un rostro y un corazón.
En resumen, volviendo a citar aquí las citas más significativas, acerca del supremo ideal humano entre los nahuas, el “varón maduro”, omácic oquichtli, debía poseer: Un corazón firme como la piedra, resistente como el tronco de un árbol; un rostro sabio. Ser dueño de un rostro y un corazón.
El modo de formar “rostros sabios y corazones firmes”
Existen entre los informes recogidos por Sahagún, varios textos que pudieran describirse como “los reglamentos”, en los que se especifica qué es lo que se enseñaba a los jóvenes nahuas, y cómo se llevaba a cabo la formación de su “rostro y corazón”. Proveniente del Códice florentino, menciona, por una parte, toda una serie de prácticas exteriores como “ir a traer a cuestas la leña, barrer los patios, irá a buscar puntas de maguey”, etc., dirigidas principalmente a desarrollar en los estudiantes el sentido de la obligación y responsabilidad. Así, se iba dando firmeza a la voluntad, o, como decían los nahuas “al corazón” de los educandos.
Presenta también lo que constituía la enseñanza propiamente intelectual de los calmécac, dirigida a formar “rostros sabios”. Se les enseñaban cuidadosamente los cantares, los que llamaban cantos divinos; se valían para esto de las pinturas de los códices. Les enseñaban también la cuenta de los días, el libro de los sueños el libro de los años (los anales). Abarcaba por tanto esa “acción de dar sabiduría a los rostros ajenos”(ixtlamachiliztli).
En los calmécac se ponía más empeño en la enseñanza de tipo intelectual, en los telpochcalli se preocupaban especialmente por lo que se refiere al desarrollo de las habilidades del joven para la guerra y la caza. Sin embargo aún allí no se descuidaba la transmisión de “las variadas artes de los toltecas”.